18 sept 2008

Rafael en el cielo con helado de mora: uno de los sueños de Claudia Sánchez

Chaparro y su carro. Fotografía cedida por Rafael Chaparro Beltrán.

Dios movió el dedo y mierda es el turno.

Rafael Chaparro Madiedo.

Opio en las nubes.

Las gente siempre espera que el relato de cómo fue la muerte de alguien sea algo muy cinematográfico, lleno de imágenes y detalles muy conmovedores. En el caso de la de Rafael Chaparro la cosa no fue así. Yo estuve con él en sus últimos momentos y puedo decirlo con certeza. Asistir al fallecimiento de alguien, acompañarlo a morirse, es algo muy doloroso y a la vez un gran privilegio. Lo que viene después cuando uno aterriza sobre lo sucedido es lo peor.

Después del duelo empieza un proceso no tan lento, algo así como una guerra contra la memoria que uno intenta ganar luchando para que lo que uno recuerda de la persona fallecida no se torne nebuloso. Por supuesto hay una imagen que uno siempre conserva y es el rostro. En parte porque las fotografías ayudan mucho. Pero lo primero que uno empieza a olvidar del que se muere es su voz. Recuerdo que Rafael tuvo un tono de voz que a mí me parecía muy agradable, pero ya no puedo describirlo. Recuerdo lo que me producía, pero por ejemplo no estoy segura ya si su voz era ronca o suave.

Para mí fue muy difícil aceptar que él se había ido y durante mucho tiempo no pude conciliar el sueño hasta que sintiera que él se posaba en el borde de mi cama para cuidarme. No sé como explicarlo, pero era como si yo lo llamara y de verdad, no estoy mintiendo, yo sentía su peso sobre mi cama. En ese momento me regocijaba un poco. Pero alguien me dijo alguna vez que a los muertos había que dejarlos ir para superar el duelo y mientras intentaba asimilar eso hasta quise suicidarme. En algún momento pensé en tirarme de un puente que queda cerca de la casa de Rafael y por el que siempre cruzaba cuando iba a visitarlo. Afortunadamente no lo hice.

En ese proceso de superar la pérdida uno ve a su muerto en todas partes: en la casa, en el trabajo, en la calle y en los sueños. Poco tiempo después de que Rafael Chaparro se muriera, iba en bus por la Avenida Séptima y por los lados de la Universidad Javeriana lo vi. Me dio una impresión tenaz y me bajé del bus como pude con rumbo a él y cuando llegué vi que era alguien que se le parecía bastante. Lo otro son los sueños en los que lo veía vivo y cuando despertaba todo era una pesadilla. Aún hoy sueño a veces con Rafael, pero con la diferencia de que ya no siento ningún dolor, sólo una normal nostalgia, la misma que sentimos todos los que lo quisimos. Una nostalgia que en mí es bastante normal, porque él y yo éramos novios cuando se murió.

La clínica

De la casa de sus padres me llamaron a decirme que lo habían internado en la Clínica Fundación Santafé. Yo salí para allá, mi papá me llevó corriendo y cuando llegué a urgencias encontré a Rafael en una camilla. Pero me calmé porque vi que estaba bien, consciente, y lo tenían estable. Eso fue en la mañana del lunes 17 de abril de 1995.

Desde ese momento lo acompañé mientras le hicieron unos exámenes, antes de que lo entraran para hacerle una diálisis. Una enfermera me entregó sus pertenencias, entre las que se encontraban sus gafas, su billetera y su reloj Casio. La billetera se la entregué a sus padres y Sergio Luis, uno de los hermanos de Rafa, me dijo después que me quedara con el resto. También conservo una cadena de plata con un dije de la Virgen de Lourdes que él siempre llevó colgada, pero esa me la dio el propio Rafael antes de que le hicieran esa diálisis, apenas iniciando el lunes y cuando nadie pensaba que nos iba a dejar para siempre. Después de muchos años de tener esos objetos el reloj se perdió en un trasteo y las famosas gafas de Rafa se las di a mi hermano que algún día necesitó unas. Él iba a usarlas y yo las tenía guardadas en un cajón, por lo que me pareció que iban a tener un mejor destino.

Mientras estuvo en la clínica no me separé de su lado hasta la madrugada del martes, cuando pasó lo que pasó. Incluso me dejaron entrar al sitio donde le hicieron la diálisis, procedimiento por el cual Rafael estaba muy nervioso y que nos dijo que en realidad tenía los riñones muy mal. Desde que supo que se la iban a hacer empezó a tornarse intranquilo y pesimista, en cambio yo pensé que era cuestión de que le hicieran eso y al otro día le dieran de alta. Nunca me imaginé lo peor.

Estando con él en ese lugar les avisé a sus amigos más cercanos, como su mejor amigo, Andrés Huertas, con quien para entonces compartía el cargo de director de La brújula mágica[1]. Huertas fue su amigo desde que estudiaron en la Universidad de los Andes y fue su cómplice en muchos proyectos y locuras. A él no lo encontré porque estaba fuera de la ciudad, pero le dejé un mensaje en su teléfono. A los que sí encontré fue al resto del equipo de Audiovisuales con los que hacía La Brújula y aunque Rafa me dijo que no quería que nadie lo viera allá, llegó casi todo el mundo, incluso Fernando Rojas, el mimo del programa y el que ahora es mi esposo.
Finalizando la tarde empezó a quejarse mucho del dolor y no podía acomodarse en la cama de la habitación que le asignaron. Ya para entonces le costaba mucho moverse y entre Fernando y yo le lavamos los dientes. Al rato todos se fueron, pero por la habitación que le asignaron, hasta que se acabó la hora de visitas, entró y salió mucha gente que cuando lo vio hizo el mejor esfuerzo para ocultar su impresión de ver a Rafa tan deteriorado. Porque él se puso muy demacrado y su piel estaba totalmente amarilla.

Rafael venía de estar muy enfermo porque meses atrás lo atropelló un carro en el cruce de la 19 con quinta. Ese día Andrés Huertas, Rafa y yo íbamos para Audiovisuales y en ese cruce un tipo en su carro se pasó la cebra del semáforo y Rafa le dijo que no fuera tan descuidado y este tipo le tiró el carro y le hizo una herida en la pierna derecha, la cual por su enfermedad no le cicatrizó y lo debilitó mucho. Para acabar de ajustar, el animal que lo atropelló no sé qué chanchullo hizo y no pagó ni una multa.

Rafael fue de malas y estando enfermo de lo de la pierna lo cogió una crisis del lupus y pare de contar. Y eso que siempre se cuidó mucho, fue riguroso con su tratamiento y se hizo los chequeos constantes que su médico le mandaba y en los que le medían el nivel de creatinina[2]. Con él los médicos siempre fueron muy alarmistas desde que le diagnosticaron lupus. Cuando eso tenía veinte años y le dijeron que le quedaban seis meses de vida. Muchos ante ese anuncio se desmoralizan por completo, pero la reacción de Rafael fue enojarse e irse a comprar muchos libros en la librería Panamericana y encerrarse a leerlos. Y cuando fue superando ese umbral que le dieron, después de cada chequeo, le decían siempre que no entendían por qué no estaba muerto.

Volviendo a lo de la Clínica, él poco a poco fue perdiendo los ánimos y le empezaron unos dolores terribles, los mismos por los que de su casa lo llevaron allí. Entonces los médicos empezaron a suministrarle morfina y para el final del día lo vieron tan mal que le chutaron toda la dosis posible, cosa que no sirvió porque Rafael se seguía quejando mucho, sobre todo de la pierna. Pero logró calmarse a lo último cuando le explicaron que en su estado no podía sentir ni dolor, ni nada, porque la morfina lo tenía totalmente sedado. Igual se le seguía notando el pesimismo de saber que de esa no iba a salir bien librado.

Para entonces todo el mundo sabía que él se iba a morir, menos yo. Todo lo que le hicieron a lo último fue lo de la clínica del dolor, lo que les hacen a los enfermos terminales y yo, toda ingenua, no sabía que él era un enfermo terminal. Ahora pienso en eso y estoy segura de que Rafa supo todo el tiempo que se iba a morir ahí en esa clínica y seguro debió de sentir mucha putería por eso, porque él odiaba las clínicas, los hospitales y los médicos por su olor y por todo.

Como yo seguía pensando en que le iban a dar de alta le propuse un viaje para cuando se aliviara y él me dijo que no me desgastara pensando en cosas que no iban a pasar. Eso me asustó mucho y él lo notó y me cambió la película y me siguió el juego. Entonces me preguntó que para dónde viajaríamos y yo le dije que para la costa, porque a él le fascinó siempre la tierra caliente, y mientras más caliente mejor, a pesar de que no podía recibir sol.

Antes de todo

Empecé por el final. Mejor le cuento cómo fue que nos conocimos Rafael y yo. Para eso tengo que hablarle sobre el día en que inicié las prácticas académicas en La brújula mágica. Para entonces yo estaba terminando comunicación social en la Javeriana y me presenté a Audiovisuales para hacer mis prácticas allí. Estamos hablando de finales de 1993 y entonces me contrataron para trabajar en La brújula. El primer día, en la mañana, conocí a todo el equipo del programa, menos a Rafael, que llegó en la tarde. Desde que nos vimos, la química entre los dos fue muy fuerte.

Él, tratando de vencer su constante timidez, la que lo hacía parecer antipático en un principio, me dijo que ese día me tocaba quedarme con todos trasnochando para un turno que había de edición del programa entre las ocho de la noche y la una de la mañana. Me lo dijo en chiste, pero yo le contesté muy seria que listo, que yo me quedaba porque no tenía nada que hacer en mi casa. Ahí mismo él repuso que no, que fresca, que era que estaba molestándome. Por supuesto yo le dije que de malas, que yo me quedaba de todas maneras porque quería aprender cómo editaban el programa. Todo eso fue muy charro y siempre nos reímos mucho de eso cuando lo recordamos. Y lo mejor de todo fue que sí me quedé y en la madrugada, como él se sintió como culpable, me llevó hasta la casa en su Renault 4: el famoso Renault 4 de Rafael querido mío, el mismo que nos llevó a muchas partes y con el que varias veces nos estacionamos al lado de los parques a beber ron y a escuchar rock. Un carro que él adoró y siempre le pareció de mucha personalidad, lo máximo, incluso hasta cuando tuvo que reemplazarle la palanca de las direccionales por un destornillador. Un carro del que intentó desprenderse muchas veces pero que nunca pudo, incluso teniendo la oportunidad de comprar un Volkswagen convertible que siempre fue su sueño. Un carro que es otra historia y si él estuviera vivo seguro todavía lo tendría.

El principio de mi relación con Rafa fue muy raro porque yo venía de terminar una relación muy larga con un novio y cuando eso se acabó me dije que no volvería a meterme con nadie. Esas palabras tuve que tragármelas cuando conocí a Rafa. Desde el primer momento sentí que lo conocía de toda la vida y fue muy chévere. Pero él en ese entonces tenía una novia francesa que se llamaba Virginie y que había conocido cuando estuvo en Europa. Rafael me lo hizo saber desde el principio y a mí eso no me importó porque la nena no estaba en Colombia.

Al poco tiempo de que estuvimos saliendo, cuando yo ya me sentía superencarretada, él me dijo que ella iba a venir al país. Entonces yo le dije que dejáramos las cosas así porque era mejor para los dos y porque por solidaridad de género me perecía la embarrada con esa mujer. Pero Rafa me dijo que no era capaz y me sacó la típica excusa de que se sentía confundido para hacerlo. Entonces yo le dije que fresco, que de mí se olvidara mientras salía de su confusión.

El caso es que esta nena se vino desde Francia y se quedó en la casa de Rafael. A los pocos días de su llegada él me buscó donde una amiga con un ramo gigante de flores y una carta y me dijo que la dejaría y así lo hizo y la pobre mujer se fue de la casa de los papás de Rafa para donde unos amigos y él tuvo muchos problemas en su casa por eso, sobre todo con el hermano que se la había presentado. La única que no le dijo nada fue Aminta, su mamá, que supo desde antes de lo nuestro. Ella siempre fue muy comprensiva con Rafa.

Algunos recuerdos

Venía diciendo que con Rafa las cosas se dieron instantáneamente, aunque suene a cliché. Otra cosa que ayudó a que tuviéramos empatía fue que nuestras familias venían de Bucaramanga y por eso nos gozamos mutuamente. Igual él fue bogotano desde siempre y yo me vine a vivir a Bogotá desde muy niña.

Con él fuimos a muchas partes. Una vez estuvimos en Bucaramanga y como siempre le gustaron mucho las leñadoras, pero las compraba en tiendas de ropa usada, lo que me pareció terrible, yo le regalé una nueva en ese viaje. Desde entonces parecía una foto, porque no se la quitaba de encima. Luego de su muerte su mamá me la regaló y la usé durante un tiempo hasta que también la heredó mi hermano.

En general viajamos mucho y en Bogotá hicimos de todo, en especial comer perro caliente, pollo frito, hamburguesa en American Burguer, ir a cine y a bares de rock. Recuerdo mucho la vez en la que él me llevó a ver una de sus películas favoritas, Solaris, de Andrei Tarkovski. También recuerdo que le gustaba mucho ir al bar Lennon, el cual ya no existe y quedaba cerca de donde vivió con su ex esposa, Ava Echeverri. En ese bar, donde además de rock de vieja guardia ponían una salsa buenísima, descubrí que Rafael, como todo nerd de Los Andes, no tenía ni idea de bailar. Muchas veces intenté bailar con él y la cosa fue imposible. Pero eso sí, cuando ponían cualquier canción de los Rolling Stones él se ponía feliz.

Muchas cosas más eran particulares en él. Su manera de fumar es una. Rafael le jaló a todo a lo que tuviera nicotina, sobre todo le jaló a los Pielroja y a los Lucky o ‘cinco letras’ como los pidió siempre en las tiendas y de a uno. Porque aunque siempre fumó mucho, casi no cargaba la cajetilla completa. El caso es que una vez lo presioné para que dejara ese vicio y lo intentó, pero no se aguantó y me dijo que no lo molestara con eso y que mirara que él no era drogadicto ni borracho, ni metía nada raro. Yo le dije que listo, que de una. Yo detestaba a los fumadores por su olor, pero no lo volví a molestar con eso porque él nunca me olió feo. Lo único que le dejó esa fumadera fue que se le pusieron los dedos de las manos amarillos, cosa que le parecía fascinante, parte de su sello personal.

Claro que también tenía otro vicio y era que masticaba mucho chicle. Durante el tiempo en el que estuvimos juntos cargó siempre una cajita chiquita de chicles Adams en el bolsillo, de las mismas que uno compra en cualquier semáforo o tienda de este país y vienen con sólo dos pastas pequeñas cuyo sabor en la boca permanece lo mismo que un suspiro. Yo no entendí nunca por qué no mantuvo nunca de las grandes, y lo más charro es que le duraban.

Rafael no pudo obtener satisfacción

Como todo escritor, siempre quiso terminar otra novela y publicarla. Hizo lo primero pero de lo segundo desitió. Cuando yo empecé con él, ya iniciado 1994, Rafael había acabado de escribir su segunda novela, titulada El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes. Una novela que a mi juicio es mucho mejor que Opio en las nubes y que es una verdadera lástima que esté inédita.

En mi poder se encuentra otro material inédito, que consta de un libro de cuentos que presentó para el Concurso Distrital de Cuento en ese 1994 y en el cual sólo obtuvo una mención. Ese libro es otra joya cuyos relatos hablan sobre todo de la muerte, casi todos. De éste tengo dos copias: la que le devolvieron del concurso y una que me había dado antes con anotaciones para que yo tuviera en cuenta sobre frases o partes en las que según él debía estar alerta[3].

Ese libro de cuentos me lo dedicó, cosa por la cual yo le protesté en charla porque le dije que cómo fue posible que a Ava le dedicó Opio, a una nena de Audiovisuales llamada Ximena[4] y a la que le arrastró el ala mucho tiempo, pero con la cual no tuvo nada, le dedicó El Pájaro Speed, y que mí me dedicaba ese libro de puros muertos. Él se rió y me dijo que la próxima novela que iba a escribir me la iba a dedicar a mí. Y en efecto sí intentó escribir una tercera novela, pero la dejó muy empezada cuando murió.

El manuscrito de El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes fue examinado por la editorial Planeta, de la que un día lo citaron. Yo lo acompañé y le dijeron que dos lectores habían examinado la novela y que uno le había puesto cinco y el otro cero. Entonces él no dejó hablar más al funcionario de la editorial, se le salió el Chaparro, y furioso cogió su manuscrito y dijo que él ya hacía mucho había salido del colegio y de la universidad para que lo calificaran tan superficialmente. El caso es que con su novela debajo del brazo salió de allí y nunca más quiso publicarla y quedó muy insatisfecho por eso.

Rafael en el cielo con helado de mora

El proceso de recuperación de mi vida luego de la muerte de Rafael fue muy lento. Y como ya dije, me lo encontraba hasta en los sueños. Mientras yo me reponía de todo, la experiencia más fuerte ocurrió en las salas de edición de Audiovisuales, cuando un día Andrés Huertas y yo estábamos trabajando cada uno en cubículos contiguos, separados por vidrios transparentes. De un momento a otro me dio por mirar para donde él estaba y vi que Rafael se le acercaba por detrás al oído, le decía algo, luego se reía y se esfumaba. Yo me paré ahí mismo y Huertas también y los dos salimos de los cubículos pálidos y nos encontramos en el pasillo y sin dejarme hablar Huertas me dijo que había acabado de sentir que Rafael le hablaba y luego se reía. Ahí me preguntó que qué me pasaba y yo le dije lo que había visto. Los dos nos quedamos perplejos[5].

Dentro de los sueños recuerdo mucho uno en especial porque me dio tranquilidad. Eso fue unos días después de haber decidido no volver a llamarlo para que se sentara en mi cama para que yo pudiera dormir y soñé que lo veía en un cielo lleno de plantas y árboles comiendo helado de mora. Estaba muy contento y me decía: “Tranquila, que yo estoy muy bien aquí. Tranquila, nena, todo está bien”.

El final

Me llamo Sven y morí ayer o tal vez la semana pasada. Realmente no sé qué sucedió. (…) La gente me miraba con esos ojos que decían, pobre chico, tan joven, tan sano, tan blanco, y yo desde mi camilla les dije tranquila gente, no soy tan sano, ni tan limpio, ni tan creyente, no me lavo los dientes todas las mañanas como ustedes, no me cambio de medias todos los días como ustedes, no leo tantos libros, no hago deporte, ni rindo tanto en el trabajo como ustedes, tranquila gente. (…) Cerré los ojos y de pronto me sentí como un árbol atravesado por cuchillos blancos.

Rafael Chaparro Madiedo.

Opio en las nubes.


Pasadas las diez de la noche mi abuela lo llamó y le dijo algo a Rafael por el teléfono, a lo que él le dijo gracias con mucha dificultad. Más o menos a esa hora llegó Andrés Huertas, por quien Rafael había preguntado insistentemente. Huertas había escuchado el mensaje que yo le había dejado en el teléfono y se vino para la clínica y su llegada animó a Rafa un montón.

En la clínica no me iban a dejar quedar esa noche y fue Huertas quien finalmente movió cielo y tierra para que esa noche yo me pudiera quedar. El caso es que eso no estaba permitido y Huertas habló con un hermano que trabajaba allí como médico para que nos ayudara, hasta que lo consiguió. Eso a Rafael le dio calma, porque no se quería quedar solo y mucho menos con la luz apagada. Al fin Huertas se fue y yo me quedé sola con Rafa.

Muchas personas me han preguntado por esos últimos momentos. La mamá y los hermanos me lo preguntaron mucho. En el instante de morir no parecía estarlo. Yo sólo lo vi en su cama con los ojos cerrados, como si estuviera descansando, lo llamé y no reaccionó. Puse mi oído en su pecho y no escuché su corazón y salí corriendo como loca a buscar ayuda. Fue una búsqueda que sentí como eterna hasta que me topé con una enfermera que al verme la cara hizo una seña y de no sé dónde salió un montón de gente con aparatos con rumbo a la habitación de Rafael. Como diez personas se metieron en ella e intentaron revivirlo conmigo ahí, hasta que yo no aguanté y me salí para rezar que no volviera porque si lo hacía quedaría con daños cerebrales. Cuando el médico salió y me dijo que había muerto, yo me contrarié y le dije que siguiera intentando, pero él me dijo que lo intentaron durante veintitrés minutos y que ya no era posible.

Todos se fueron y yo volví a entrar a la habitación con una enfermera que me ayudó a organizarlo un poco. Yo lo peiné y lo sentí muy caliente todavía. Tomé el teléfono y llamé a su casa para avisar. Me contestó su madre y no fui capaz de hablar y le colgué. Ahí mismo llamé a mi papá y cuando me contestó tampoco pude hablar pero sí largué a llorar. Él me escuchó, supo que se trataba de mí y se vino para la clínica. Yo me quedé ahí llorando y la misma enfermera se puso a llorar conmigo. Al cabo de un tiempo tomé fuerza y volví a llamar al 253 10 30 y me contestó fue una hermana de Rafael, a quien sí pude contarle. Ella muy calmada me dijo que ya salían para la clínica.

La única persona que estuvo con él en ese momento fui yo y a todos les he dicho lo mismo. Nadie está preparado para la muerte de un ser querido y yo no lo estuve en ese momento. No es por eso que digo que la muerte de Rafael fue normal: él simplemente agarró mi mano, la apretó, me miró a los ojos, tembló un poco y cerró sus ojos.


[1]La brújula mágica fue un novedoso programa infantil que Andrés Huertas y Rafael Chaparro crearon a finales de 1993 para Audiovisuales. Juntos dirigieron el espacio: Chaparro lo hizo hasta su muerte y Huertas hasta unos años después. En La brújula mágica la poesía recitada y los cuentos narrados por la actriz Patricia Castañeda tuvieron mucho éxito, pero son de resaltar las animaciones en plastilina hechas por Edgar Álvarez, en las que sobresalieron personajes como Huracán el Mensajero y su Dragón Solar. Finalmente el espacio se acabó en 1998. Chaparro también trabajó con Andrés Huertas en la elaboración de libretos para programas como Sabor a limón y Conjunto cerrado.

[2]La creatinina es una sustancia química que se encuentra en la sangre y pasa a la orina. El test de la determinación de creatinina en sangre y/o en orina muestra si el riñón está trabajando correctamente y si está enfermo. Este test se llama aclaramiento de creatinina. (Información tomada de la dirección: http://www.google.com.co/url?sa=X&start=0&oi=define&q=http://www.resistenciainsulina.com/rinsulina/pacientes/Sec03/Diccio/Diccio3.htm&usg=AFQjCNFsXS7oJlM07m-UYny_za2CvmpKqQ. Última consulta en septiembre de 2007).

[3] El libro al que se refiere Claudia Sánchez se compone de quince cuentos, cuyos títulos son: "La Caída”, “La lluvia, ese extraño sentimiento”, “La extraña continuidad de las astromelias”, “Bradbury a mil pies de altura”, “El polvo de las estrellas sobre tu cuerpo”, “Zaratustra come peces de vidrio en Praga”, “La máquina de hacer tigres”, “La orquesta roja del amanecer”, “Chocolate espeso en los vapores del nirvana”, “Dios no cree en novelas policíacas”, “La pequeña confusión de la sangre”, “John Tigres”, “El pez gato que engullía pianos negros”, “Las cuatrocientas espadas del brandy”, “Coñac para dos perros y un gato” y “La sustancia absurda de Hendrix a las seis de la mañana”. Según Claudia Sánchez, el título nació un día en el que ella y Rafael estaban ojeando un libro que habían comprado, Viejo, de Adriano González León, y Claudia se cortó con una de las hojas y dijo la frese “siempre es saludable perder sangre”. En ese momento Chaparro, que estaba buscando un título para el mencionado libro de cuentos, le preguntó a Claudia si podía usarlo. Ella le dijo que por supuesto.

[4] La dedicatoria de Opio en las nubes es: “Para Laura y Ava”. La de El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes es: “Para Ximena. La única mujer que enciende mis turbinas y me hace volar a trece mil pies de altura. La única mujer que llena mis mañanas con rosas y pistolas con sus manos, su sonrisa y su corazón transparente como la lluvia. La única mujer que con su mirada envuelve en papel regalo todas las aves y todos los árboles del mundo. La única mujer capaz de hacer llover florecitas amarillas y diamantes sobre parques”. La de Opio para Claudia Sánchez, escrita en la portada del libro que Rafael Chaparro le regaló a ella, es: “Para Claudia, la mujer de corazón transparente, que sabe regalar una mirada que va directo adonde nace la flor violenta y extraña del opio. R. Chaparro feb 26/ 94”. La dedicatoria para Claudia Sánchez del libro inédito de cuentos es: “A Claudia S. por su amor”.

[5] A continuación es preciso citar la versión de Andrés Huertas sobre este incidente y la cual lo hace más curioso: “Aunque suene absurdo decirlo, la última vez que supe de Rafael Chaparro fue meses después de su muerte en una cabina de edición de Audiovisuales, mientras editaba un capítulo de La brújula mágica. Estaba en eso cuando sentí que él me llamó al oído diciendo mi apellido: “Huertas”. Luego se rió burlón el muy miserable. En la cabina del lado, separada por vidrios trasparentes estaba Claudia Sánchez. Escurrido del susto salí para donde ella y ella también vino hacia mí. Los dos nos encontramos en el corredor y estábamos pálidos. Yo le dije: “Marica, acabé de sentir la voz de Chaparro”. Ella me dijo ahí mismo: “Sí, yo vi cuando él se te acercó a decirte algo por detrás y luego se esfumó”. Cuando me repuse del susto le menté la madre a Chaparro por habérsele ocurrido espantarme. Pero le menté la madre en el fondo con cariño, como siempre lo hicimos al ser buenos amigos y compañeros de trabajo. Lo gracioso, después de todo, es que cuando yo estoy metido en un lío creativo y no me salen ideas o me enredo con un proyecto, lo invoco a él y le pido que me dé una ayudita. Siempre ha funcionado”.

20 comentarios:

el véler dijo...

Hola, Alejo. Gracias por compartir tu trabajo sobre Rafael Chaparro.
De casualidad, sabrás si hay planes para publicar su obra inédita?

Un abrazo desde Perú

Alejo dijo...

Muchas gracias a vos por tu comentario. Me gustaría mucho que me contaras como llegaste a Opio en las nubes.

Respondiendo a tu pregunta, debo contarte que la familia de Chaparro tiene planes de publicar su novela inédita con la editorial Norma. Esto ocurriría en 2010 cuando se cumplan 15 años de la muerte de Rafael.

Por mi parte, sin poder adelantarte mucho, estoy trabjando en una compilación de sus crónicas. El libro, si todo sale bien, verá la luz en 2009 con la editorial de la Universidad de Antioquia.

Juan David Escobar dijo...

Muy bonito post.
Siempre me pregunte por su muerte. Ahora ya lo sé.

Gracias!

Unknown dijo...

Espléndido

rafachaparroestavivo dijo...
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rafachaparroestavivo dijo...

Rafael Chaparro esta vivo. Se escribe cartas conmigo, cuando el sol empieza a caer. Bob Dylan tambien lo sabe, pero Bob es muy discreto y no dice nada. Sera mejor asi...

De vez en cuando voy a saludarlo, le compro un Mustang azul, en la recepcion del bar de los labios asesinos, o en el bar de la gallina punk, no lo recuerdo bien. En todo caso Rafael esta tan vivo como usted, desocupado lector, y a la noche cierra el bar, y sale a caminar un poco por la playa, un poco por el desierto de ladrillo, y le da un poco de pan a las palomas.

Alejo dijo...

Dale mis saludos. Decile que vuelva a escribir.

Unknown dijo...

Gracias por compartir esas experiencias con todos nosotros, ojalá pudiesen difundirse con mayor amplitud. Desde hace dias sigo el rastro de Andres Huertas, Rafael Chaparro y la Brújula magica, que se me ha convertido en un placer y en un estado de nostalgia y esperanza constante, al recordar mi niñez, el mundo que esperaba y que no es, y el deseo de construirlo junto a compañeros como ustedes. Un saludo.

Yenyy Paalac dijo...

Abrí los ojos por un instante y me desperté en el olvido de las palabras; no era tan terrible todo, pues eran sueños en otra parte de mi.

Alejo, vos mencionás que la familia de Chaparro publicaría su novela inédita en el 2010, ¿eso ya ocurrió? ¿cómo conseguirla? o ¿acaso es la publicación de su novela póstuma en el 2012 con la editorial Tropos?
Por otra parte lo felicito por su labor. La "marginalidad" merece ocupar un lugar en este país donde solo abunda la hipocresía y el conservadurismo.

Abrazo de opio

La más triste dijo...

Gracias. Fue emocionante leer sobre Chaparro.
Sus textos me marcaron para siempre y quedé infectada de su literatura.
<3

Unknown dijo...
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Unknown dijo...
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Unknown dijo...
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Unknown dijo...
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Unknown dijo...
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Unknown dijo...
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Unknown dijo...

Hola, quiero saber sobre el libro de cuentos Siempre es saludable perder sangre, hay planes de publicación?

Unknown dijo...
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Unknown dijo...
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Parmis13 dijo...

Me encantaba la forma como le hablaba a los niños, recuerdo esa narrativa tan elegante e inteligente. No conocía la historia detrás de La brújula Mágica, sin duda tenía que haber unos genios detrás de esta obra, ojalá la vida se pueda repetir y puedan entregarle al mundo algo de su arte de nuevo.
Felicitaciones!!