18 sept 2008

Guido Tamayo y Esteban Hincapié[1]: los editores

Carátula de la novela. Editorial Babilonia, tercera edición (2003).


Deuda con una novela
Es una verdadera lástima que una de las novelas más novedosas de la última década del siglo XX dentro de la literatura del país, no haya contado con el impulso necesario para escalar aun más alto en su reconocimiento. Si bien Opio en las nubes es un libro que ha llegado a las manos de muchos, no los necesarios, se le quedó debiendo bastante con su primera edición. Fueron pocos los ejemplares que se imprimieron en ese primer tiraje y muy mala su difusión y distribución en el país. Son entonces los lectores de esta novela los que se han encargado de mantenerla fuera del olvido durante los últimos años.
Yo fui asesor editorial de Colcultura hasta 1993 y durante mi gestión en ese cargo me tocó trabajar con las obras ganadoras del Premio Nacional de Literatura de 1992. Especialmente tuve que ver con la edición de Opio en las nubes. Con su autor tuve el privilegio de reunirme varias veces para leer su novela a dos voces e irla corrigiendo para su publicación.
A mí me gustó mucho Opio en las nubes porque presentó para ese entonces y para ahora, ciertas novedades, cierta flexibilidad en las reglas de nuestro idioma que me parecen únicas. Esas reuniones con su autor me permitieron conocer a un Rafael Chaparro bastante sorprendido por haberse ganado el premio, como si no lo creyera. Hasta llegó a decirme: “Hombre Guido, todavía no aterrizo”. Es muy curioso pensar en eso, porque en un cargo como el que yo desempeñé, era común toparme con autores demasiado ufanos de sus obras, demasiado arrogantes y sobre todo malas personas. Hay quienes dicen que mientras más hijo de puta es el artista, más genial es su obra. Yo digo que la personalidad de un escritor va por un lado y su obra por otra, de lo contrario odiaríamos todos a García Márquez. En todo caso, por tener que tratar de cerca con muchos escritores, su forma de ser me jugó malas pasadas y muchos desencantos. Pero con Chaparro no fue así. Su modestia, amabilidad y timidez no concordaban con lo especial y fuerte de su obra. Él, en esos encuentros, nunca se jactó de sí ni de su obra, lo que me causó una muy buena impresión.
Entonces ese proceso de cotejar el manuscrito para publicarlo fue bueno porque no me tocó mediar con absurdos caprichos y porque además no hubo que corregir muchas cosas. Respeté la forma y el fondo de la novela y sólo cambiamos algunas erratas y cosas ortográficas. Igual, soy conciente de que en esa edición se nos escaparon muchos gazapos y salieron varios errores tipográficos. Cosas bastante comunes en el proceso de edición de un texto, pero no por eso me excuso.
Los cementerios de libros
De los premios como el de Colcultura se puede decir que son los grandes cementerios de la literatura de un país. En estos se presentan muchas obras merecedoras del galardón, pero hay que escoger una entre todas. Decisión muy difícil que además trae consigo una puñalada trapera para las otras obras que son relegadas a un entierro prematuro. A eso se le suma que los autores de estas obras no ganadoras, por su vanidad, no permiten que se les mencione como finalistas. Durante mi trabajo como asesor editorial me encontré con muchísimas obras buenísimas que nunca pudieron publicarse. Es muy difícil para mí recordarlas después de tanto tiempo.
Pero no sólo por eso esta clase de concursos son cementerios. También porque son eventos de una vez al año y por tal se hace muy poca promoción de las obras que salieron ganadoras. Cuando se hacen las premiaciones ya se está pensando en las convocatorias para el premio del siguiente año y así sucesivamente. A mí me tocó participar en la edición de libros excelentes de cuyo autor nunca se volvió a saber nada por esa razón. Dejaron esa obra ganadora publicada y todo el mundo se olvidó de ellos. Y como siempre se sacan pocos ejemplares para las bibliotecas públicas y de distribución no comercial, son muy pocas las personas que finalmente logran llegar a descubrir esos buenos libros. Por ejemplo, en ese mismo año me tocó trabajar en la edición de lo primero de William Ospina en poesía, El país del viento. Él es un autor que no está en el anonimato como sí lo está el ganador en la modalidad de cuento con Primas Personas, Francisco Sánchez Jiménez, quien no pudo salir del anonimato en el que siempre ha estado. Es decir, que algunos escritores cuentan con suerte y otros no.
Casi le pasa lo mismo a Opio en las nubes, con el agravante de que al salir ganadora fue muy mal vista por los literatos y escritores del país, al no parecerse en nada a lo que tradicionalmente se venía escribiendo. Muchos la criticaron sin leerla y los que sí, lo hicieron de una manera superficial. La gran mayoría de esos escritores la consideran todavía como una novela mal escrita de un pelado drogadicto. Un resto muy pequeño, en el que me encuentro, la considera un aporte muy valioso precisamente por ser diferente.
No pasó igual con los grandes cánones de la literatura del país, que en un principio eran publicados si el escritor era cercano al presidente y al gobierno de turno, o era el mismo presidente. Tampoco pasó lo que años después se vio cuando las grandes casas editoriales los impusieron. En esas corrientes se han visto arrastrados los profesores de literatura de los colegios y de las universidades que no teniendo de dónde más agarrase, optaron por estudiarlos y ratificarlos en sus cursos. Así pasó en diferentes momentos con La vorágine, con María y con Cien años de soledad.
Opio en las nubes no es un canon de nuestra literatura y falta bastante tiempo para saberlo porque el proceso de un canon es lento y de muchos años. Sólo quiero mostrar que su perdurabilidad en el tiempo se debe a otra cosa. Se debe a que sus los lectores la convirtieron en un libro de culto para un público específico: los jóvenes. Cosa que no es tan acertada porque los que fuimos jóvenes en 1992 y hoy no lo somos tanto, seguimos teniendo muy buen concepto de este libro de Chaparro y lo que antes nos pareció novedoso hoy nos sigue pareciendo igual.
‘Baby Boom’
A Chaparro, por su muerte prematura, no puede incluírsele dentro de una generación de escritores, pero sí se puede decir que es previo, un par de años antes, a lo que muchos llamaron peyorativamente el ‘Baby Boom’, expresión que se refiere al nacimiento de la generación de escritores a la que pertenecen Mario Mendoza, Santiago Gamboa, Efraím Medina Reyes y Héctor Abad Faciolince. Ellos empezaron relativamente jóvenes y por eso lo de ‘Baby’. A ellos, básicamente, los adoptó la editorial Planeta, que es la que ha explotado sus nombres y les ha publicado toda su obra.
En el momento en el que Rafael Chaparro se gana el premio, la literatura colombiana estaba dividida y había una gran expectativa sobre qué escritor nuevo vendría después de la generación intermedia, la que nació en los cincuenta y que no había tenido tanto ruido como sí lo tuvo la que nació en los veinte y los treinta. Una generación intermedia a la que pertenecen Darío Ruiz Gómez, Óscar Collazos, R.H. Moreno Durán, Germán Espinosa, y otros, que gozan más de prestigio literario que de buen resultado editorial. Entonces, después de lo de Chaparro, que queda en el limbo, las casas editoriales empiezan a buscar nuevos escritores al considerar que la generación mencionada no produce textos comerciales y optan por silenciarla. Así es que aparecen los escritores del ‘Baby Boom’, la generación de los que nacieron en los sesenta y los setenta y a la que Rafael pertenecería y de la cual se hubiera nutrido mucho de no ser por su muerte.
La deuda
Con esta novela quedamos en deuda desde el aspecto editorial porque no se imprimieron muchos ejemplares, alrededor de dos mil: muy pocos ejemplares para el país. Muy pocos ejemplares para una óptima promoción publicitaria. Lo mismo pasa en el ámbito académico: a Opio se le deben reseñas, críticas y acercamientos de todo tipo. Sé que existen un par de tesis y varios artículos, pero no son suficientes para darle el lugar que se merece, para insertarla correctamente dentro de una tendencia o ruptura de las letras del país. Yo estoy seguro de que después de que eso se haga sus lectores incrementarán en número y el prestigio de la novela será otro.
Ahí es fundamental el esfuerzo de dos estudiantes de literatura de la Universidad Nacional, Esteban Hincapié y Santiago Tobón, que fundaron el sello independiente Babilonia y que casi con las uñas comenzaron su empresa consiguiendo los derechos de una novela que siempre les había gustado y de la cual no se conseguían ejemplares originales. Una novela a la que hoy ellos le deben mucho.
Deudos de una novela
Babilonia es una empresa editorial independiente que nació en 1998. Cuando mi socio Santiago Tobón y yo la fundamos, inicialmente la concebimos como un sello que estaría dedicado a publicar literatura undergraund del país y escogimos a Opio en las nubes para que fura la primera novela en imprimirse y lo hicimos porque nos marcó mucho cuando la leímos.
En primer contacto que yo tuve con Opio en las nubes fue a través de la obra de teatro que hizo Fabio Rubiano, en 1995, a la que me invitó una novia de ese entonces y la que luego me prestó la novela en fotocopias. Me gustó mucho y me pregunté por qué un libro tan bueno no se conseguía o se conseguía en fotocopias. Esa pregunta no dejó de rondarme en la cabeza y alguna vez con un compañero que estudió conmigo literatura en la Universidad de Nacional, Santiago Tobón, empezamos a planear si valía la pena hacer de alguna manera una pequeña reedición de la novela o reproducir el contenido que habíamos leído de una manera más formal. La verdad, nos parecía increíble que un texto tan bueno tuviera tan pocos ejemplares y no existiera ninguna empresa editorial detrás de sus derechos.
Yo conocí a Fabio Rubiano a través de un amigo y empecé a preguntarle cómo había sido el proceso para obtener los derechos de la obra. Él me dijo que el propio Rafael lo había autorizado para que hiciera la adaptación, pero que como se había muerto antes del estreno del montaje, el dueño de los derechos era Rafael Chaparro Beltrán, el papá de Rafael. Rubiano fue quien nos ayudó a contactarlo.
Nosotros, mi socio y yo, no teníamos en mente la constitución de un sello editorial; lo único que buscábamos era cumplir con el deseo de imprimir y dar a conocer una novela que nos gustó mucho. Queríamos hacerle un homenaje a un autor que murió joven y había creado un estilo narrativo bastante original y lleno de rock. Pero para hacerlo, por cuestiones legales, teníamos que crear una empresa editorial. Así fue que con Santiago empezamos a asesorarnos sobre el tema y vimos la posibilidad de publicar otras obras que estaban en un nivel de circunstancias semejantes a Opio en las nubes. Pero indiscutiblemente Proyecto Editorial, como se llamó en su inicio, nace con Opio en las nubes y por eso le debemos mucho y le tenemos mucho afecto. Tanto, que con un grupo de amigos todos los años hacemos la fiesta de Opio, en la que escuchamos la música que Chaparro inserta en ella.
Cuando pudimos hablar con el papá de Chaparro, él nos cedió los derechos para editar la novela y firmamos un contrato que se ha venido renovando y en el que nosotros le consignamos un porcentaje sobre las regalías de acuerdo al número de ejemplares vendidos. Por este contrato, en diciembre de 1998, sacamos la primera edición de Opio en las nubes con un tiraje de cinco mil ejemplares que vino a terminarse a finales de 2002. En esa primera impresión y en las dos siguientes incluimos un prólogo escrito por Fabio Rubiano. Luego, en 2003, vimos la necesidad de sacar otra edición de mil ejemplares y a finales de 2005, principios de 2006, sacamos otra también de mil. En este momento pensamos sacar una pequeña de quinientos porque los libros han circulado bien.
Luego de la primera edición de Opio, ya para la segunda, rebautizamos la empresa como Babilonia, y para entonces ya habíamos publicado otras obras como Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, de Efraím Medina Reyes, Un beso de Dick, de Fernando Molano, y Veinticinco Centímetros, de Rubén Vélez. Pero Opio en las nubes es la novela que nos ha dictado el curso a seguir para los otros proyectos.
En las ediciones que llevamos de la novela de Chaparro hemos tenido muchos problemas, casi todos superables, menos los que tienen que ver con las correcciones. Sé que lo que voy a decir es descabellado, pero luego de múltiples reediciones a los machotes de impresión, y de que estuvimos seguros de que ya todo estaba en orden para imprimir, y en efecto lo hacemos, siempre nos encontramos con que salieron errores que con seguridad habíamos corregido. Es como si la novela tuviera un espíritu propio, irreverente como su autor, que le permite rechazar todas las intervenciones que nosotros le hemos hecho. Lo mismo pasó con la edición de Colcultura, la cual salió con muchas erratas. La primera de nosotros también salió así, pero, en general, casi todo libro las tiene.
Otra cosa extraña y característica de la novela, pero explicable, es que ha logrado tener un ritmo continuo en sus ventas. A veces alcanza unos picos leves y a veces es inestable. Pero en este país donde se editan tantas novelas y llegan tantas del extranjero, Opio en las nubes ha podido mantenerse en el mercado con buenos resultados. Desde su segunda edición con nosotros contratamos a Artemis, una empresa que nos ha distribuido sus ejemplares en las principales ciudades como Medellín, Cali, Manizales, Bucaramanga, Barranquilla, Cartagena, entre otras.
Eso quiere decir que en todo este tiempo ha tenido una vida comercial sana, a pesar de carecer de buena publicidad. Nunca la ha necesitado y por eso no puede ser comparada con otros libros tan vendidos como Rosario Tijeras, que es una de las novelas más vendidas en los últimos tiempos en el país. Eso se lo atribuyo al particular estilo que logró configurar Chaparro Madiedo y que yo llamo surrealismo urbano. Un estilo del cual, por ejemplo, Efraím Medina Reyes afirma haberse nutrido para su trabajo.
Medina Reyes es otro de los tantos devotos de Opio en las nubes. Devotos que han ido aumentando luego de años de existencia del texto y que dentro de poco, de la mano del escritor Ricardo Abdahllah y del director Leo Carreño, llegará al cine[2]. Un proyecto ambicioso que en estos momentos nace lentamente, como todos los proyectos de este tipo en el país. Un proyecto que espero con ansias y por el cual brindo con todas las energías del caso.
Mientras tanto, nosotros seguiremos con Babilonia y aunque por nuestra inexperiencia tuvimos un receso hasta finales de 2006 y con el que casi muere la empresa, pudimos empezar de nuevo y las cosas pintan muy bien y ahora mismo nos estamos recapitalizando. Siempre es muy grato encontrar personas que aprecien a Opio, y sí que las hemos encontrado, y para nosotros sería un orgullo que esta novela permaneciera en nuestro catálogo. Para esa gente que tanto la quiere y para nosotros mismos, tenemos proyectos a futuro con material inédito que dejó Rafael Chaparro. Es cuestión de esperar. Pero, mientras tanto, adelanto que Santiago Tobón logró unos contactos con un sello italiano y hace poco Opio fue traducida y publicada en Italia, cosa que nos llena de mucho orgullo y de la cual todavía es temprano hablar porque estamos esperando para ver cómo nos va.


[1] Guido Tamayo es cuentista y ensayista. Se desempeña como docente universitario. Autor de El retablo del reposo y otros cuentos, Premio del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 1991. Además, ha publicado el libro de conversaciones Porque soy poeta con el escritor Mario Rivero, para la Campaña Nacional de Lectura del Ecuador. Dirigió la serie antológica de cuento El Pozo y el Péndulo de Editorial Panamericana y recientemente fue galardonado con la beca de creación literaria 2007 del Ministerio de Cultura, la cual le fue concedida por el proyecto de escritura de la novela El inquilino negro. Esteban Hincapié es director de la editorial Babilonia y es uno de sus fundadores. Estudio literatura en la Universidad Nacional de Colombia.
[2] Sobre el tema de Opio en las nubes al cine, hay un sitio creado para la difusión de este proyecto. Su dirección es http://www.myspace.com/opioenelcine. Del sitio se toma lo siguiente: “Largometraje en etapa de desarrollo. / Sinopsis: Un grupo de alcohólicos adictos a las música, un asesino ejecutado en la silla eléctrica, dos gatos callejeros, y algunos desquiciados viven los últimos días de sus vidas y los primeros de su muerte en una ciudad bombardeada donde nada importa más que la búsqueda del amor inmortal y la fiesta de cada noche. / Productor: Alejandro Prieto - CAJANEGRA Producciones. / Director: Leo Carreño. / Asistente de dirección: Maria Teresa Suarez. / Adaptación: Ricardo Abdahllah. / Cinematografía: Luis Otero. / Género: Drama / Ficción. / Duración: 140 min. 35 mm.


1 comentario:

AdsisJoven.peru dijo...

Hola, buenas tardes. Soy Luis de Perú.
Me he encontrado con lo que has escrito luego de buscar, y no por poco tiempo, alguna informacion de dónde y cómo puedo adquirir un ejemplar de Opio en las nubes.

Luego de leer el primer capitulo fotocopiado, que es lo máximo que he encontrado del libro por aquí, no he logrado sacarme de la cabeza a Pink Tomate ni a todos los olores desprendidos de cada frase.

Bueno, ojalá puedas ayudarme a conseguir, aun a la distancia, un ejemplar de este libro... "de lo bueno poco" dicen por aqui, y por desgracia eso ocurre con Opio en las nubes.

Muy buena suerte en el proyecto de la editorial Babilonia.

Te dejo mi correo esperando que me puedas ayudar a conseguir el libro:
junioest89@yahoo.es

Hasta Luego. Luis