23 sept 2008

Ava dice: “Opio is on my side”


Fotografía cedida por Ava Echeverri

Llegar de noche a un país desconocido es como entrar a dormir bajo sábanas extrañas. Por eso hay que esperar a que despunte el sol para ver con quién se está durmiendo.

Rafael Chaparro Madiedo.

“Crónica marxiana”.

La Prensa. Junio 21 de 1990.


Yo fui la primera persona en arribar a la Funeraria Los Olivos de la calle 42[1]. Hasta que no lo vi llegar en el ataúd no empecé a creer que de verdad se había muerto. Ahí sentí una tristeza absoluta, pero no lloré porque ya había derramado todas las lágrimas que tenía que derramar por Rafael Chaparro Madiedo. La historia que él y yo tuvimos fue algo traumática y nuestra relación no duró mucho, igual yo poseo más buenos recuerdos de lo nuestro, es más, puedo decir que siento a Opio en las nubes como si fuera de los dos.

La noche en que él terminó de escribir la novela fue muy especial. Cuando digitó la última palabra y el punto final, se paró emocionado y me dijo que Truman Capote le había sugerido la estructura y que ahora se sentía a gusto con lo que había escrito. Eso fue mucho después de la medianoche, salimos a comprar licor y cigarrillos para celebrar y nos tocó conformarnos con una botella de vino barato y un par de sándwiches, pues ya todo estaba cerrado. En todo caso la pasamos bien porque en el aire de la madrugada se respiraba un vaho muy especial, agudizado por un fuerte pálpito en el fondo de mi ser y que me decía que ese texto iba a tener mucho éxito. No sé cómo explicarlo mejor.

Rafael empezó a escribir Opio en las nubes en mayo de 1991 y la culminó en septiembre de ese año, luego de dos intentos fallidos y un tercero definitivo. En el primero, a la altura de la página setenta, se dio cuenta de que el asunto no iba por buen camino y la borró del computador. En el segundo intento ocurrió lo mismo, pero más rápido. En el tercero venció sus obstáculos de escritor y la terminó. Le voy a leer lo que él dijo en una entrevista que le hizo Mauricio Silva para La Prensa, a los pocos días de haberse ganado el Premio Nacional de Novela: “Un día me iba a poner a escribir, salí, me compré unas cervezas, unos cigarrillos y unos sándwiches. Me senté frente al computador y nada, miré los libros que siempre tengo junto a la pantalla y uno de Truman Capote me causó algo. Todavía no sé, es un misterio, porque el tipo no se apareció, ni nada por el estilo, sólo sé que él fue y desde el cielo o el infierno estaba haciéndome barra. Estuve hasta las cuatro de la mañana y ese día formé la columna de la novela y me di cuenta de que por ahí era, por pura intuición, lo mismo que se siente cuando uno se enamora de la que es”.

Yo digo que siento la novela como de los dos porque en esos meses lo vi escribirla todas las noches en el apartamento donde vivimos juntos, en la calle 85 con 19, en Bogotá. Fue algo muy chévere, pues yo siempre me recostaba en un sofá de la sala detrás de él, en este mismo sofá desde el que hoy le cuento todo esto, para verlo escribir mientras trataba de asimilar la idea de que estaba casada con un escritor como él. No lo podía creer.

En el tiempo en que él trabajó en la novela su rutina de escritor fue muy disciplinada. Rafael siempre fue un tipo comprometido con su literatura, tanto, que a veces llegué a sentir celos cuando no me paraba bolas por estar escribiendo. También digo que Opio en las nubes es de los dos, porque si usted mira está dedicada a mi hija Laura y a mí, Ava Echeverri. Eso también muestra que Rafael me quiso mucho, igual que yo a él, y que también quiso mucho a mi hija, que en ese entonces era una niña de unos cuatro años.

Digo lo que digo, aunque suene osado, porque además él siempre me consultaba cosas, o me leía fragmentos para ver qué opinaba, y yo, inmersa en idealizarlo, no les paraba muchas bolas a los textos, cosa de la cual hoy me arrepiento mucho. Y mi papel también fue un poco el de correctora, porque Rafael escribió siempre de una manera muy automática, influenciado por la generación beat y a veces se le pasaban cosas ortográficas que yo le hacía ver para que cambiara.

Ava tiene mucho que contar

Cuando hicieron la ceremonia de entrega de los Premios de Cultura de 1992 en la Biblioteca Nacional y leyeron como ganadora del Premio de Novela a Opio en las nubes, yo salté de la emoción y me puse muy feliz por Rafael, aunque para esa época ya nos habíamos separado. Hoy pienso que nuestro matrimonio se acabó porque de pronto yo me convertí en una mujer intensa y algo celosa. Sin embargo no tengo muy seguro porqué pasó lo que pasó y todavía creo que él sólo quería cambiar de vida y ya. Al final sólo tengo buenos recuerdos de cuando viví con él. Usted sabe que no todas las parejas logran superar los obstáculos que la vida les va poniendo.

En un principio todo fue muy bello. Al cabo de un tiempo empezamos a pelear mucho y él decidió irse de un momento a otro, vino por sus cosas y nos separamos. Igual es uno de los tantos capítulos de mi vida, algo que ya superé y listo. Desde eso lo vi un par de veces en la calle. La última vez fue unos meses antes de su muerte, en la esquina de la cuadra donde vivimos y donde queda todavía el restaurante American Burguer. Allí estaba comiendo con su novia y yo con mi hija Laura. Nos saludamos y esa fue una despedida sin saberlo.

A Rafa o ‘Mi Mushasho’, como yo le decía, lo conocí en 1989 luego de llegar de Nueva York. En ese entonces le dije a mi hermano, Gustavo Echeverri, que quería que me publicaran un artículo de cine en el periódico La Prensa, donde él trabajaba como editor político. Por eso le pregunté que quién era la persona encargada de eso y él me presentó a Rafael. De inmediato nos gustamos y comenzamos a salir. Cuando menos lo pensamos éramos novios y al poco tiempo, al año, nos casamos. Eso fue luego de regresar de un viaje a Cuba[2] donde él estudió con Gabriel García Márquez.

En un principio me pareció flaco, desgarbado, con pelo largo y desaliñado. Lo que más me llamó la atención era que escondía mucho las manos en los bolsillos de los jeans o en las mangas de las camisas y de las chaquetas cuando fumaba. Era muy gracioso porque a veces se complicaba mucho para fumar. Mejor dicho, fumaba muy extraño. Luego de un tiempo me di cuenta de que era por su enfermedad, la cual le afectaba especialmente los riñones y hacía que sus manos fueran resecas y a veces se les cayera un poco la piel. Él siempre fue como una fotografía de sí mismo: gafas, camisa a cuadros, chaqueta de jean, tenis o botas de gamuza y jeans rotos. Era típico y yo siempre me lo gocé por eso. Muchas veces le dije que comprara camisas a rayas para que variara un poco, pero él aunque nunca fue gruñón siempre tuvo la terquedad que caracteriza a los santandereanos, pues sus padres venían de esa región. Quiso mucho su familia, adoraba sobre todo a doña Aminta Madiedo, su madre y cómplice, y a su hermana menor. No le gustaba mucho la disciplina de su papá ni ser el hijo mayor, el que tenía que dar buen ejemplo a sus otros hermanos.

La gente supo después lo de nuestro matrimonio, cuando les enviamos la noticia en una foto que nos habíamos tomado los dos en la Plaza Che Guevara, en La Habana. A esa foto le sacamos copias para todos los amigos y Rafa les escribió por detrás un mensaje distinto, para invitarlos a una fiesta de celebración que hicimos en el apartamento. Esa imagen la publicaron en La Prensa con una chistosa nota social[3].

Muy pocas cosas se saben de él y casi todas se deben a Opio en las nubes y al párrafo de presentación de su autor que aparece en la edición del libro hecha por Colcultura[4]. Por ejemplo, muy pocos conocemos que él estudió en el curso de guiones de García Márquez, aunque en ese viaje a San Antonio de los Baños le fue muy mal y volvió desilusionado del Nobel, diciendo que él, en las clases, sólo les ponía atención a las mujeres y que para acabar de ajustar olía mal. Otra cosa que vale la pena mencionar es que con el texto Susana en el Cielo con Rosas, en junio de 1990, se ganó el segundo lugar del Concurso de Guiones Radiales para Piezas Dramatizadas, otorgado por el Instituto Goethe a través de la Radio Alemana de Occidente. A esto se le suman los textos inéditos que dejó y que su familia guarda con celo; que en la Universidad de los Andes reposan los números de Hojalata, un periódico que fundó en la Facultad de Filosofía con sus amigos Andrés Huertas y Felipe Castañeda y por el cual se dice que fue investigado por el ejército, que pensaba que era una publicación subversiva; y que en la hemeroteca de la biblioteca Luis Ángel Arango se pueden consultar sus más de doscientos artículos escritos para la revista Consigna y el diario La Prensa[5].

Es más, algunos hasta piensan que él se suicidó o que murió de sobredosis. Se han tejido mitos de este tipo alrededor de Rafael que hacen que Opio en las nubes siga como libro de culto, sobre todo entre los jóvenes. Yo sé que la novela se defiende sola ante sus lectores, por su estilo tan particular, pero mitos como los mencionados han ayudado.

Pocos saben sobre su enfermedad, algo que no puede pasar desapercibido para comprender un poco lo que fue Rafa y lo desgarrado de su novela. Si por un lado estaban el cine, el rock y la literatura, por el otro la cortisona, que a diario tenía que tomar junto con otros medicamentos. Era una cantidad abrumadora de pastas. Su condición es un tema muy delicado y difícil de contar. Él tuvo la muerte rondándolo todo el tiempo, pero no se preocupaba mucho. Yo lo cuidé en todo momento y conmigo tuvo una crisis que casi lo mata. Siempre le mantenía su tratamiento dentro de una refractaria amarilla que todavía conservo y que ponía encima de la nevera. Nunca, y es bien extraño pensar en eso, lo vi tomándose una sola pasta. No sé a qué horas lo hacía y no sé por qué se ocultaba para ello. Lo que sí sé y lo digo ya, es que quizá por tener la muerte respirándole en el cuello, todo el tiempo, escribió lo que escribió y de manera genial.

Es que yo conocí mucho de él que es un misterio para los ajenos. Nada más los que tuvimos una relación muy estrecha con Rafael, además de su familia, podemos decir eso. Igual nadie ha indagado sobre su vida. Lo que todo el mundo sabe es que era muy callado y tímido, que fumaba un resto, de todas las marcas, pero le fascinaba el sabor del Pielroja, del Lucky y del Marlboro. Además, el tiempo que vivimos juntos no puede decirse que fue efímero como el humo del cigarrillo, no fue tan poco como para no haberme permitido conocer mucho de él. Resalto de nuevo que era un tipo comprometido con su cuento, un escritor de todo el tiempo y que trató de exorcizar el demonio de la muerte con ese oficio. En este apartamento todavía existen muchas cosas de entonces que lo demuestran, hay libros que él mantenía siempre a su lado, anotaciones de ideas para sus textos hechas en libretas y otras cosas más. Los únicos que ya no están aquí son sus cuadros. Tampoco está el computador donde nació la novela. Ese quién sabe dónde estará. En su lugar puse una mesa que diseñó mi hija Laura.

Hay tantas cosas que quisiera decirle y estoy haciendo un esfuerzo por ser ordenada. Se me vienen muchas imágenes a la mente de manera repentina y espero que me esté haciendo entender. Volviendo a lo de su enfermedad, él fue un poco de malas, puesto que el lupus se le ensañó con sus riñones y a veces su cara se le hinchaba, por lo que en La Prensa le decían “el sapito de Niza”. Sus manos se le pelaban y su piel se le ponía muy sensible al sol, por lo que no podía recibirlo. Pero a Rafa nunca le valieron las prohibiciones y le fascinaba ir de paseo a tierra caliente. Alguna vez, por lo fuerte de la droga, los ojos se le afectaron y estuvo muy cerca de quedarse ciego. Pensando en eso me pintó un cuadro y me lo regaló.

Ahora mismo pienso en otro mito. De él también se decía que era ateo, pero eso no es cierto. Por su mamá fue devoto de la Virgen. Es más, al principio de nuestra relación hasta me invitaba a misa. Y siempre, luego de cada chequeo en el que le decían que tenía muy alto el nivel de creatinina y que le quedaba muy poco tiempo de vida, meses apenas, él rezaba conmigo. Aunque no voy a decir que Rafael era un católico convencido y riguroso[6], sólo que él tenía su modo de creer, nada más. Algo de eso me quedó, puesto que con el paso del tiempo empecé a acercarme a la Iglesia y ahora, después de ciertos cambios obligados que se dieron en mi vida, estoy muy inclinada hacia la oración y soy ministra de la Iglesia Católica.

La conclusión

Estuve muy enamorada de él. Rafa siempre quiso tener un hijo y yo quedé embarazada, pero más o menos al tercer mes tuve unas complicaciones y lo perdí. De eso no quiero hablar. Ya para finalizar le diré que compartimos muchas cosas, como su eterno Renault 4, un cacharro que adoraba, y el amor por la literatura. Recuerdo que nos gustaba muchísimo Truman Capote, a él especialmente Kafka, Baudelaire y Rimbaud. También le gustaba leer todo lo que salía sobre rock and roll y se moría por los Rolling Stones, Los Beatles, John Lennon, The Doors, Bob Marly y U2. Yo lo secundé en eso. Su obra está plagada de rock and roll y de cine, por lo que no es extraño encontrarse títulos de sus artículos que jueguen con nombres de canciones o de películas. Me acuerdo de uno que es “UPAC is on my sidey que conservo con aprecio junto a otros recortes de periódicos con sus artículos. Poco después de su muerte dejé de leer literatura. Ahora estoy leyendo la Biblia y otras cosas, aunque hace tres días, cuando usted dijo que quería conversar conmigo sobre Rafa, sentí la necesidad de leer y he estado mirando un poco de Tomás Carrasquilla.

Cuando se murió

A mí me contó de su muerte la esposa de Eduardo Arias. A la funeraria llegué muy temprano. Yo estaba como abstraída y todavía no aterrizaba y me quedé fría cuando lo vi llegar. Ahí, parada junto al ataúd, se me vino a la cabeza que mientras estuvimos casados yo nunca tuve una argolla de matrimonio, nunca me hizo falta, nunca lo noté y no sé por qué lo pensé en ese momento. Después del entierro he ido dos o tres veces a la tumba, no más. Recuerdo cómo lo enterraron. Tenía una camisa a cuadros que le gustaba mucho. Era de colores, estilo leñadora, como las que siempre usó. En las manos tenía una cruz que le pusieron las hermanas. Verlo así me impactó demasiado, pero como ya dije, no lloré y su muerte me dio muy duro porque yo siempre le auguré un éxito en la literatura. Siempre, hasta ese momento, pensé que él iba a ser alguien muy grande en la vida, y de algún modo, sólo con una novela lo consiguió.



[1] Con motivo de la muerte de Rafael Chaparro, el diario La Prensa publicó, el 18 de abril de 1995, en la primera página, el siguiente aviso: “La Prensa invita a las exequias del señor Rafael Chaparro Madiedo que se efectuarán el miércoles 19 de abril a la 1:00 p.m. en la Parroquia San Juan Crisóstomo (Cr. 52, calle 119 Niza) y luego acompañarlos al parque cementerio La Inmaculada. Velación: Funeraria Los Olivos (Calle 42 No.14-20). (No enviar flores)”. Junto al aviso estaba el siguiente titular invitando a un especial de tres páginas: “El joven periodista y escritor Rafael Chaparro Madiedo, columnista de La Prensa, ensayista, Premio Nacional de Novela, libretista de ‘Zoociedad’, ‘Quack’ y La Brújula Mágica’ falleció ayer a los 31 años de edad en Bogotá. Falleció Rafael Chaparro (Páginas 20, 21,22).

[2] De ese viaje Chaparro escribió varias crónicas para La Prensa. Dos de ellas se titulan “Crónica Marciana”, de junio 21 de 1990, y “La noche de los rábanos blancos”, de junio 24. En la primera narra algunos aspectos de su llegada a La Habana. En la segunda habla específicamente sobre San Antonio de los Baños y de cómo, entre otras cosas, el realismo mágico llega en un BMW: “Nadie se imagina que el maestro del realismo mágico llegue a dar su taller de guiones a bordo de un flamante BMW”.

[3] La nota a la cual Ava Echeverri se refiere fue publicada en ese periódico, junto a la fotografía, en marzo 23 de 1991, página 20, sección Vivir, y dice así: “Esto no pretende ser una nota social. Solamente queríamos registrar la aparición en Zoociedad de Ava Gardner Echeverri y Rafael Chaparro Cabeto. Los textos que circulan anunciando el matrimonio se refieren a un matrimonio postmodernista; es en técnica mixta, con ladrillo y ventanas. Con bostezo incorporado y locha. Antetítulo, título y entradilla. Con las fuerzas morales de la nación. Con contacto en La Habana y contactos de lluvia. Los gomelos, de luna de miel darán una vuelta en ejecutivo”.

[4] El texto al que Ava se refiere es este: “Rafael Chaparro Madiedo. Bogotá, diciembre de 1963. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes. Trabajó como redactor cultural en el diario La Prensa. Actualmente es uno de los libretistas del programa de televisión ‘Zoociedad’. A los diez años fue envenenado por los Rolling Stones. A los veintiún años Rimbaud lo dejó en estado de coma. Le gusta ir a cine de tres solo, a cine de seis bien acompañado y a cine de nueve muy bien acompañado” (Opio en las nubes, Premio Nacional de Literatura, 1992). Este texto fue escrito por el propio Rafael.

[5] La poesía también fue uno de los intereses de Rafael Chaparro y en 1986 obtuvo una mención especial al participar en el Tercer Concurso Universitario de Poesía del ICFES, con la obra titulada La hora de la fatiga que se compone de dos poemas: “Lunas” y “La torre de nieve”. “Lunas / No me mires / cuando la luna se estremezca / en mil temblores fulgurosos // No me hables / cuando comparta mi pan / con los habitantes de la Tiniebla / porque entonces mi sombra te cubrirá como una niebla // Sólo espérame en el filo de la realidad / donde la púrpura profunda de Dios / se desangra sobre mi sangre”. Tomado de: Concurso Universitario de Poesía ICFES: Obras premiadas 1986. Bogotá: Editorial Guadalupe. p. 123.

[6] Aunque en la obra de Chaparro no se evidencia mucho sobre sus inclinaciones religiosas o espirituales, sí hay varios artículos en La Prensa que de alguna manera dilucidan algo sobre su postura ante eso. Hay textos como el titulado “Dios mío, ¿por qué nos has abandonado?”, publicado el 26 de septiembre de 1992 en la página 27, en el que él sienta una posición clara sobre la Iglesia y los curas colombianos: “Cada vez que habla un prelado siempre lo hace en tono negativo: “No vamos a dejar que la educación católica se vaya de los colegios”, “no vamos a dejar que se instaure la planificación”, “estamos en contra del uso de condón”. Muy raras veces la Iglesia propone caminos alternos de solución a los problemas de la vida cotidiana. En este sentido las vías de comunicación entre la Iglesia y su rebaño están obstruidas. (…) En las comunas tiene más sentido la música punk que el discurso clerical. (…) El movimiento Punk dice: “Muy bien. No hay futuro. Viva el presente”. El movimiento Punk propone vías contra la opresión, la miseria, el desempleo, es decir los problemas diarios. Por el contrario el discurso clerical habla en tono pasivo y dice: “frescos locos, sí hay futuro, opriman el presente”. Y está también el texto titulado “Perdónanos porque no sabemos lo que hacemos”, publicado el 31 de octubre de 1993 en la página 26: “Unas personas rezan en las iglesias. Yo rezo en los parques cuando las aves son más transparentes y el aire trae el sabor de tu nombre. Yo rezo para que los de abajo no sigan abajo, rezo por el whisky Jack Daniel’s, rezo para que Mick Jagger obtenga la inmortalidad, rezo para que Jim Morrison en la sexta división del Cementerio Père Lachais de París resucite algún día rodeado de las chicas más hermosas del universo mientras el cielo se llena de botellas rotas de whisky y de heroína, rezo para que las tetas y las nalgas de las mujeres cada día se les pongan más bellas, (…) rezo por el brillo del sol estallando en el pelo de las rubias, rezo por los labios de las negras, rezo por el vientre de las árabes, rezo por el rock, (…) rezo para que los bares abran a las once de la mañana, rezo para que algún día dos más dos sea igual a cinco, (…) rezo por la capa de ozono, (…) rezo por todos los animales y las plantas del bosque, (…) rezo por la marihuana, rezo por Bob Marley, rezo por aquellos gatos del mundo que todas las noches se escabullen con sus gatas para hacer el amor en los techos mientras llueve, rezo por la lluvia, rezo por los tomates, rezo por la cerveza, rezo por el blues, rezo por B.B. King tocando con Lucille, rezo por Eric Clapton tocando Cocaine, rezo por el opio, rezo por las nubes, (…) rezo por ti, rezo por mis padres y mis hermanos y mis amigos, rezo y le pido al padre nuestro que estás en los cielos, en los bares, en las prisiones, santificado sea tu nombre, vénganos tu reino, hágase tu voluntad, danos hoy nuestro whisky de cada día, danos hoy nuestro beso transparente de cada día, (…) perdona nuestras ofensas como nosotros hemos perdonado a tantos que nos han ofendido, desde liberales hasta conservadores, pasando por comunistas, no nos dejes caer en la tentación de los precandidatos, amén”.

5 comentarios:

Ave.Migratoria dijo...

viejo gracias por esta publicación, me tenés a lágrima viva y corazón arrugado...un abrazo.

Alejo dijo...

Gracias a vos por el comentario.

Unknown dijo...

EXCELENTE

MV DIBUJO dijo...

Muy bueno, gracias.

Vicky dijo...

Encontrar algo de la vida íntima de Rafael, fue todo un dilema.